Te creí, Laporta. Te creí cuando tras la tiranía de Bartomeu decidiste volver a tu casa para, o eso se suponía, volver a llevar al Fútbol Club Barcelona a la gloria. Ganaste las elecciones y todos tuvimos esperanza. Esperanza de un futuro mejor al presente, de un Barcelona a la altura. Sin embargo, el éxito jamás llegó.
Te creí, Laporta. Te creí cuando prometiste que renovarías a Leo Messi, el mejor jugador de nuestra historia y de la historia de este deporte. Quizá todos te creímos hasta que vimos al argentino llorar en su despedida, hasta que de la noche a la mañana nos tuvimos que acostumbrar a un Barça sin nuestro líder, sin nuestra estrella. Creí que serías el indicado de hacer que se quede. Sin embargo, la continuidad de Leo jamás llegó.
Te creí, Laporta. Te creí cuando tras la fallida época de Ronald Koeman como entrenador decidiste apostar una vez más por uno de la casa. Cuando viajaste a Qatar para convencer a Xavi Hernández de que necesitabas sus servicios. Apenas tenía experiencia, pero era de la casa. Te creímos todos los culés cuándo de tu boca salieron elogios hacia él, aunque los resultados deportivos no estaban acompañando. Le dimos un voto de confianza y soñamos con el mercado de invierno, soñamos con una remontada histórica. Sin embargo, la remontada jamás llegó.
Te creí, Laporta. Te creí aquel verano de fichajes en el que los medios merengones se llenaban de odio hacia el Palancas Fútbol Club, pues sabía de la delicada situación económica de nuestro club. Los culés aceptamos sin rechistar otra vez más el endeudamiento de club, pues los fichajes emocionaban. Teníamos todo, a Xavi, una plantilla hecha a su medida. Soñábamos con una Champions League, con no replicar la vergüenza de la pasada temporada. Sabíamos que económicamente lo necesitábamos, pero decidimos disfrutar. Sin embargo, la gloria jamás llegó.
Te creí, Laporta. Te creí cuando empezamos a ganar títulos. Cuando la Supercopa contra el Real Madrid o LaLiga con la famosa defensa B.A.C.K nos hacía parecer invencibles. Cuándo todo tenía sus frutos, y nos faltaba ser un poco mejores en Europa. Cuándo aunque la temporada siguiente fuimos decepcionantes en LaLiga, estuvimos a punto de rozar las semifinales de la Champions League si no fuese por un desafortunado penalti de Araujo. Soñábamos con un equipo a la altura. Sin embargo, ese nuevo Barça jamás llegó.
Te creí, Laporta. Te creí cuando tras la increíble trayectoria de Mateu Alemany decidiste poner a Deco en su sitio. Los fichajes que antes se cerraban en días ahora se cierran en semanas. El humo se volvió nuestra costumbre, y aún así creímos en el fichaje de Nico Williams. Creí a Deco y te creí a ti, sabiendo que los dos sois leyendas del club. Sin embargo, Nico tiene el nuevo dorsal 10 del Athletic Club, y nuestro fichaje fue un Dani Olmo de una posición que teníamos ya cubierta.
Podría decir miles de ocasiones en las que te creí. Pero lo cierto es que en cada una de ellas te creí un poco menos que la anterior. Hablaría de cómo Vitor Roque fue tratado por el club. Cómo Xavi Hernández fue obligado a quedarse para ser despedido. De cómo habéis decidido que Gündogan es un jugador prescindible aunque el mejor equipo del mundo lo quiera en sus filas. De cómo parece que semana a semana os reís de los aficionados dándonos falsas esperanzas de mejora.
Pero ya no cuela. La esperanza de un futuro mejor cada vez se disipa más, y ni la llegada de Hansi Flick y la irrupción de canteranos parecen salvar a un Barça encaminado al desastre. Te creí, Laporta. Pero ya no.
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